Una de mis (ex)antiguas amigas de la
infancia, que a partir de ahora llamaremos X, se casa en tres
semanas. A pesar de que mantenemos una relación constante, llamadas,
post-s en redes sociales y cafés a intervalos más o menos
regulares, me enteré de la boda de X de rebote. Más bien de puro
impacto por despiste ya que en una de esas reuniones de cafés a uno
de sus amigos se le escapó. Ella puso cara de circunstancias, su
futuro marido estalló en risas. Mi cara debió ser un poema. X me
pidió en la más absoluta vergüenza que no dijese nada a nadie,
puesto que nos lo quería decir ella misma a todas. También me contó
que la boda sería una de esas llamadas íntimas, organizaría dos
celebraciones, una para la familia y otra para los amigos. Muy propio
de X, pensé yo. Di por sentado que me lo contaba por que estaba
invitada. Di por sentado que el grupo de amigas que nos habíamos
criado desde pequeñas juntas estaría invitado. Bien, pasados ya dos
meses de aquel día, me entero de que no lo estamos. Ninguna salvo
dos están invitadas. Y lo más sorprendente no es que las dos
invitadas no se hablen entre ellas desde hace años, sino que para el
resto, excepto para mi que fui partícipe de una casualidad, es un
absoluto secreto. Ellas no saben que X se casa.
Hace años, diez años el próximo mes
de febrero concretamente, tuve un problema con X. Durante una noche
de carnavales el que era por entonces su novio intentó besarme. Yo
era una cría, ellos eran un par de años mayores que yo. Mi error
más grande de aquella noche fue no contárselo a X en aquel mismo
momento. No pasó nada, pero técnicamente fue una traición. Unos
tres años después y ya soltera, X se enteró, su ex-pareja se lo
había contado con afán de herirla en venganza por haberle
abandonado. Cuando X me lo preguntó pude haberle mentido, pero no lo
hice, le conté la verdad, recuerdo que contuve lágrimas amargas de
vergüenza. Yo le conté mi historia y resultó que su ex le había
contado una versión algo más calenturienta y fantasiosa que la mía.
Ella entre risas me abrazó y afirmo “que no le importaba”.
Mentira (se)sospecho ahora. Supongo que ella creyó la versión del
ex-novio. No hay ni un solo mes en estos diez años en el que no haya
dedicado un momento a pensar sobre esas cosas. Y esas es, señores y
señoras, una de las piedras más grandes en mi mochila. Debí zanjar
el tema, y dar por finalizada la relación con X en el mismo momento
que ocurrió aquello. Pero no lo hice. Decidí abrir la mochila en mi
espalda y meter aquella piedra dentro, arrastrándola hasta el día
de hoy, y sospecho que durante mucho tiempo más. Al poco tiempo de
confesar el ex-novio, me mandó un e-mail en el que me pedía perdón
“por haberme puesto en aquella situación tan difícil” también
dijo “que esperaba que pudiésemos seguir siendo amigos”,
automáticamente re-envié este correo a X ya que corroboraba mi
versión. Pero supongo que cayó ya en saco roto. Desde entonces X
siempre se ha comportado conmigo como si no hubiese ocurrido nada
entre nosotras. Hubo un momento que la creí, así que supongo que la
tristeza que me está generando este penoso desenlace es otra de las
piedras que voy a meter en mi mochila.
Y es que cuando decidimos abrazar una
de estas piedras y cargarlas, es evidente que en el futuro, da igual
cuando ya que una década de arrepentimiento no es suficiente, estos
pedruscos generaran otras piedras, igual o más pesadas que ellas
mismas. Y así, guijarro a guijarro, se va llenando nuestra
mochila. En mi caso cuando sea una viejecita (insoportable)adorable
todas estas piedras habrán hecho de mi una cheperuda extraña y
solitaria.
Son muchas las piedras que he decidido
cargar. Ha habido momentos en los que he creído que ya no era capaz
de soportar la carga, ha habido momentos en los que he querido no
tener que hacerlo, pero eso es algo que no puedes elegir, el momento
crucial está en decidir llevar la piedra o no, una vez dentro de la
mochila no te queda otra opción que arrastrarla por tu vida. Pero
después de épocas amargas he conseguido salir adelante, casi
siempre sola, la soledad es otro de mis más enormes pedruscos. Que
la gente, no la gente de la calle, si no mis más allegados, gente a
la que quiero como a X, piense que soy fría y distante, que no
quiero ni me importa nadie ni nada, es otra de las rocas que
arrastro. Otra de estas personas, una de las que si está invitada a
la boda de X, me decía que yo no la visitaba, que no la llamaba, con
el tiempo me he dado cuenta de que entre nosotros había el mismo
camino, tanto de mi hacía ella como de ella hacía mi, al igual que
yo no lo recorría ella tampoco, esa era otra de las piedras que
arrastraba, esa me la dejo hoy aquí. Errores, faltas, mentiras,
ausencias, presencias, discursos, absurdeces, estupideces,
culpabilidad, odio y otras tonterías, son algunas de las piedras que
conforman el imaginario de mi mochila condenatoria, esa que cada día
pesa más.
Y que no me mal-interprete nadie: yo
quiero a X. Al igual que quiero a las otras chicas a las que llamo
amigas, a esa pandilla de mi infancia, y a las que no pertenecen a
ella. Por ejemplo la época de Inglaterra una de las peores y más
horribles de mi vida, el simple recuerdo que me traían sus fotos
pegadas en las paredes de mi habitación fueron como una tabla de
salvación. Incluso quise escribir un libro sobre aquello;
agradecerles todo aquel apoyo y amor omnisciente, y al parecer hoy
imaginario por mi parte. Pero gracias a las editoriales que lo
rechazaron ahora no es una de las piedra en mi mochila.
Sirva la descripción de estas cosas
como amorosa felicitación para X y los suyos, y también una
despedida para ella y algunas de estas personas. Desde hoy, esta
piedra se queda aquí también.